jueves, 15 de marzo de 2012

HACEMOS COMO QUE LEEMOS


Algunos niños, al llegar a la escuela, ya son capaces de representar lo que leen: cogen el libro, lo ponen en posición correcta, lo abren, lo miran atentamente, sueltan un discurso en un tono de voz determinado – distinto del coloquial–, van pasando páginas… El contenido del discurso puede ser el mismo contenido del cuento, si lo conocen bien, o la explicación de las ilustraciones… u otro cualquiera. Pero, a menudo, el lenguaje que utilizan al hacer ver que leen no es exactamente un lenguaje coloquial, propio de la conversación, sino una imitación del lenguaje que se escribe (Había una vez un gigante muy grande, muy grande…). 

Esta conducta de imitación constituye un paso de gigante. Supone que el niño sabe qué es leer, cómo se hace, cuál es la actitud, el gesto, el tono adecuado. La posición del libro, la secuencia pausada de las páginas, etc. Una cantidad de información muy importante que no es posible si, previamente, no ha tenido una experiencia directa y repetida, habitual, de ver a los adultos leer en voz alta, para él. Estos alumnos serán, con toda probabilidad, buenos lectores.

Conseguir esta conducta en nuestros alumnos [o nuestras hijas e hijos] es fundamental. El modo de hacerlo es servirles de modelo en la tarea de leer: leerles muchos cuentos… y toda clase de material que se preste a ser leído en clase. El sentido de estas lecturas, el placer que provoquen en los alumnos, la emoción que produzcan, el bienestar que experimenten en la situación de lectura, el tono afectivo que rodee  la situación de leer, etc. marcarán sin duda la motivación de los niños para aprender a leer.

Escribir y leer (I). De cómo los niños aprenden a escribir y leer. Ed. MEC- Edelvives. Pág. 41