Nunca vemos todo lo que hay enfrente de nosotros ni lo vemos de inmediato. El cerebro requiere de cierto tiempo para decidir qué es aquello que ven los ojos. La lectura depende bastante más de lo que hay detrás de los ojos: de la información no visual que de la información visual enfrente de ellos.
La excesiva dependencia de la información visual puede llegar a sobrepasar la capacidad cerebral para tomar decisiones y suscitar la llamada visión encapsulada, fenómeno en el que sólo llegamos a ver, en una sola ojeada, únicamente unas pocas letras en lugar de frases enteras.
La visión encapsulada tiene mayores posibilidades de ocurrencia cuando lo que se lee no tiene mayor sentido para el lector o el lector está ansioso por el temor a cometer errores. Ni la práctica de atender obsesivamente al texto o la de incrementar la tasa de fijaciones harán que la lectura sea más eficaz o facilitarán el aprendizaje de la lectura.
Por esto, será muy importante proporcionar a los niños materiales con sentido... aunque habrá que tener en cuenta que lo que resulta para un niño comprensible puede ser por completo impredecible para otro. Y también habrá que tener encuenta los conocimentos previos acerca de lo que se les pide que lean.
Cómo brindarles esos conocimentos previos: a partir de otros libros que sí puedan leer, o bien a través de una charla, una película o incluso leyéndoles alguno o todos los libros que se les pide que lean. La aptitud para la lectura no mejorará por la vía de adjudicar al niño tareas imposibles de lectura.
Cómo brindarles esos conocimentos previos: a partir de otros libros que sí puedan leer, o bien a través de una charla, una película o incluso leyéndoles alguno o todos los libros que se les pide que lean. La aptitud para la lectura no mejorará por la vía de adjudicar al niño tareas imposibles de lectura.
Frank Smith, Para darle sentido a la lectura (Ed. A. Machado Libros, 2001, Madrid) pp 53-54